viernes, 23 de octubre de 2009

temblores y terremotos

Origen
El origen de los terremotos se encuentra en la acumulación de energía que se produce cuando los materiales del interior de la Tierra se desplazan, buscando el equilibrio, desde situaciones inestables que son consecuencia de las actividades
volcánicas y tectónicas, que se producen principalmente en los bordes de la placa.
Aunque las actividades tectónica y volcánica son las principales causas por las que se generan los terremotos, existen otros muchos factores que pueden originarlos: desprendimientos de rocas en las laderas de las montañas y el hundimiento de cavernas, variaciones bruscas en la
presión atmosférica por ciclones e incluso la actividad humana. Estos mecanismos generan eventos de baja magnitud que generalmente caen en el rango de microsismos, temblores que sólo pueden ser detectados por sismógrafos.


Principales conceptos
El punto interior de la Tierra donde se origina un temblor se denomina hipocentro o foco, y el de la superficie terrestre, directamente por arriba del foco, epicentro. Normalmente es en la vecindad del epicentro donde se observa la mayor intensidad del temblor. La profundidad a que se encuentra el foco de un sismo varía desde unos cuantos kilómetros hasta algo más de 650 kilómetros.
La distancia entre el epicentro de un temblor y el punto de observación se conoce con el nombre de
distancia epicentral. Para sismos cercanos a la estación de registro, la distancia se mide en kilómetros. Para epicentros muy lejanos, la distancia se mide en grados. Según esa distancia, los temblores se clasifican como temblores locales (hasta 100 km), temblores regionales (hasta 1,000 km) o telesismos (más de 1,000 km).
Por la profundidad a la que se originan, los temblores se clasifican como temblores superficiales (0 a 60 km), 'intermedios (61 a 300 km) o profundos (301 a 650 km). Se ha observado que la mayor parte de los epicentros sísmicos están distribuidos en áreas de grandes trincheras oceánicas, y que los hipocentros correspondientes yacen sobre planos inclinados que son paralelos a fallas geológicas cuyas dimensiones alcanzan a ser hasta de 650 kilómetros de profundidad y 4,500 km de longitud. La profundidad focal tiene gran importancia en los efectos que produce el temblor. Los sismos de foco superficial actúan sobre áreas reducidas, pero sus efectos son considerables, pues las ondas sísmicas apenas se atenúan antes de llegar a la superficie. En cambio, los de foco profundo afectan a zonas mucho mayores, pero la intensidad, en igualdad de magnitud, es menor, debido a que las ondas sísmicas llegan más debilitadas a la superficie.
Existen sismos oscilatorios cuyo movimiento es horizontal o fundamentalmente horizontal, y se produce un balanceo de un lado a otro, y sismos trepidatorios, en los que el movimiento es vertical o fundamentalmente vertical, es decir, de arriba hacia abajo. Estos últimos pueden provocar que algunos objetos sean lanzados al aire.

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